Ud 5.- Evolución
y distribución de la población española.
- Los efectivos demográficos y su evolución.
- Características y factores de la densidad y la distribución espacial.
- La dinámica natural.
Guión.
1.- La
distribución de la población.
1.1.-
Las características de la distribución.
2.-
Evolución y factores explicativos.
3.- La
evolución de la población española a través de los regímenes
demográficos.
3.1.-
El régimen demográfico antiguo hasta principios del siglo XX.
3.2.-
La transición demográfica: 1900 – 1975.
3.3.-
El régimen demográfico actual: a partir de 1975.
3.4.-
El futuro del movimiento natural de la población española.
4.- Los
desequilibrio territoriales en el movimiento natural de la población.
Introducción.
La población española actual
presenta un resparto desigual en el espacio; un bajo crecimiento
natural, acentuado durante la crisis económica de 2008, llegando
incluso a ser negativo durante 2015. Esta llegada a la fase de
“involución demográfica” es el resultado de un largo proceso
(transición demográfica) que describiremos pormenorizadamente a
continuación. También explicaremos como se distribuye la población
actualmente: cuales son sus áreas más y menos densas, y sus
factores explicativos.
1.- La
distribución de la población.
1.1.- Las características de
la distribución.
El volumen de la población
española ascendía en 2015 a 46,6 millones de personas. Su
distribución espacial se analiza mediante la densidad de
población, que relaciona la población de una zona con su superficie
en km2. Su fórmula es Densidad = Población / superifice en km2.
La densidad de población
española ha aumentado con el tiempo hasta alcanzar los 92
habitantes/km2 en 2015, un valor moderado e inferior a la media de la
Unión Europea (111 habitantes/km2) en 2015. Sin embargo, esta cifra
media esconde fuertes contrastes espaciales entre áreas de
concentración, que superan claramente el promedio nacional, y áreas
de despoblamiento, donde no se alcanzan los 25 hbs/km2.
Las áreas de alta densidad se
sitúan en Madrid, la periferia peninsular, Baleares, Canarias, Ceuta
y Melilla.
Las áreas de baja densidad se
localizan en el interior peninsular.
Además, en todas las áreas son
mayores las densidades urbanas, que las rurales; y las de la franja
costera que las del interior; correspondiendo los valores más bajos
a los territorios de montaña (menos de 10 hb/km2).
2.-
Evolución y factores explicativos.
La distribución actual de la
población es el resultado de una evolución en la que han
intervenido diversos factores.
a.- En la época
preindustrial, hasta mediados del siglo XIX, la economía era
básicamente agraria, por lo que los factores naturales
tuvieron mayor peso en la distribución de la población. Así, las
mayores densidades se hallaban en las zonas con relieve llano y de
baja o moderada altitud; proximidad al mar o a los ríos. Estas zonas
eran la costa levantina, los valles atlánticos y los valles
fluviales del interior peninsular.
No obstante, también influían
factores humanos, sobre todo la coyuntura económica, que
atraía población hacia las zonas más dinámicas. Así, en el siglo
XVI, el descubrimiento de América dio a Castilla gran prosperidad
económica, convirtiéndola en la zona más densamente poblada de la
Península. En el siglo XVIII, la crisis económica y demográfica,
más prolongada en tierras castellanas, originó migraciones hacia la
periferia, donde se desarrollaba un floreciente comercio marítimo.
Como consecuencia, en el siglo XVIII la distribución se había
invertido: las densidades más altas estaban en la periferia
(regiones costeras e insulares) y las más bajas, en el interior
peninsular.
b.- En la época industrial,
entre mediados del siglo XIX y la crisis de 1975, se consolidó una
economía industrial y urbana, por lo que los factores naturales
perdieron peso. En esta época se agudizaron los contrastes en la
distribución de la población.
Aumentaron su peso Madrid
(capital administrativa, política y financiera de España) y las
regiones periféricas, en unos casos por su alto crecimiento natural
(Galicia, Andalucía y Murcia) y en otros casos por la instalación
de actividades económicas que atrajeron población. Primero, la
industria en Asturias, Cataluña y País Vasco, a las que se sumaron
más tarde los ejes del Ebro y del Mediterráneo y algunos focos
aislados. Y con posterioridad, el turismo en el litoral mediterráneo
e insular.
Mientras, las regiones del
interior, con mayor peso en las actividades agrarias e industriales
tradicionales y de los servicios de baja cualificación, mantuvieron
sus bajas densidades a causa de la emigración hacia las áreas más
dinámicas nacionales y extranjeras.
c.- En la época
posindustrial, desde la crisis de 1975, influyen nuevos factores
que mitigan y refuerzan los contrastes en la
distribución de la población. Mitigan los contrastes la crisis
industrial de 1975, que frenó las migraciones interiores a las
áreas industriales e incluso provovó retornos; y en la actualidad,
la tendencia a la difusión espacial de población y algunas
actividades económicas, y las políticas de desarrollo endógeno de
las comunidades autónomas. Y refuerzan los contrastes la mayor
concentración en Madrid y en los ejes Mediterráneo y del Ebro de
los nuevos factores de desarrollo, servicios avanzados y tecnología,
y de la inmigración extranjera.
3.- La
evolución de la población española a través de los regímenes
demográficos.
La evolución del movimiento
natural de la población (natalidad, mortalidad, crecimiento
natural) de la población española ha pasado por tres etapas o
regímenes demográficos durante los cuales la natalidad,
mortalidad y el crecimiento natural presentan rasgos homogéneos.
Estas etapas son el régimen demográfico antiguo, la transición
demográfica y el régimen demográfico moderno. El paso de unas
etapas a otras ha sido más tardío que en otros países europeos.
3.1.- El régimen demográfico
antiguo: hasta principios del siglo XX.
El régimen demográfico antiguo
se mantuvo en España hasta principios del siglo XX. Se caracterizó
por altas tasas de natalidad y de mortalidad y por un crecimiento
natural bajo.
a.- La natalidad
presentaba valores elevados debido a dos causas
principales:
El predominio de una sociedad y
una economía agrarias, en las que los hijos ayudaban desde
muy pronto en las labores del campo; eran muy baratos de mantener; y
aseguraban el porvenir de los padres y las madres, dado que no había
seguros de accidentes, enfermedad o jubilación.
La inexistencia de sistemas
eficaces para controlar los nacimientos. La única posibilidad
era retrasar el matrimonio en las coyunturas económicas de crisis,
con el consiguiente acortamiento de periodo fértil de la mujer y el
descenso del número de hijos.
b.- La mortalidad general era
alta y oscilante. Sus causas eran el bajo nivel de vida y las
precarias condiciones médicas y sanitarias.
La dieta alimenticia era
escasa, por la baja productividad agraria; y desequilibrada por falta
de proteínas: el pan era alimento básico y escaseaban la carne, la
leche y los huevos. Como consecuencia, la mayoría de la población
estaba mal nutrida y debilitada.
Las enfermedades infecciosas
transmitidas a través del aire (tuberculosis, bronquitis, pulmonía,
gripe) o del agua y los alimentos (diarreas) tenían alta incidencia.
A ello colaboraban el atraso de la medicina, el desconocimiento de
las vías de transmisión de las enfermedades, y la falta de higiene
privada y pública (tardío establecimiento de servicios de agua
potable, alcantarillado y recogida de basuras).
A la elevada mortalidad general
se sumaban momentos de mortalidad catastrófica causada por
epidemias, guerras y malas cosechas de cereales, que provocaba la
subida del precio del grano y el hambre y la muerte de quienes no
podían pagarlo.
La mortalidad infantil
era también alta, tanto la neonatal (las cuatro primeras
semanas) como la posneonatal (entre las cuatro semanas y el
año) por desnutricción e infecciones.
La esperanza de vida era baja,
debido sobre todo a la elevada mortalidad infantil y materna.
c.- Como consecuencia de las
altas tasas de natalidad y de mortalidad el crecimiento natural era
bajo y presentaba oscilaciones debidas a las crisis de
sobremortalidad.
3.2.- La transición
demográfica: 1900 – 1975.
La transición entre el régimen
demográfico antiguo y el actual tuvo lugar entre 1900 y 1975. En
comparación con otros países de Europa Occidental, se inició más
tarde, pero duró menos y por tanto, fue más intensa. Se
caracterizó por una disminución suave de la natalidad, un brusco
descenso de la mortalidad y, en consecuencia, un elevado crecimiento
natural.
a.- La natalidad
descendió de forma suave y discontinua, alternando periodos de
mayor decrecimiento con otros de recuperación, en relación con
aconte
cimientos históricos.
Entre 1900 y 1920, la natalidad
descendió al inciciarse el control voluntario de los nacimientos
mediante sistemas tradicionales. En ello influyeron una mayor
supervivencia de los hijos al reducirse la mortalidad infantil; y
las desfavorables repercusiones de la I Guerra Mundial, durante la
cual la exportación de productos a los países beligerantes motivó
una fuerte subida de los precios para la mayoría de la población.
En la década de 1920, la
natalidad se recuperó gracias a la prosperidad económica.
Entre 1930 y 1956 se reanudó
el descenso. Las causas fueron la crisis económica de 1929 y la
inestabilidad política de la Segunda República (1931 – 1936); la
Guerra Civil (1936 – 1939), que ocasionó subnatalidad; y la
situación de posguerra (1940 – 1955), marcada por el exilio de
miles de personas y por graves dificultades económicas derivadas de
la política autárquica y del bloque internacional. Todo ello
impidió la recuperación de los nacimientos que suele seguir a las
guerras. La política pronatalista de Franco, que prohibió los
anticonceptivos, no compensó esta tendencia.
Entre 1956 y 1975 tuvo lugar una
recuperación de la natalidad que algunos demógrafos interpretan
como el “baby boom” posbélico retrasado. Se debió al desarrollo
económico que siguió al final del bloqueo internacional y de la
autarquía.
Entre 1965 y 1975 (últimos años
del desarrollismo) disminuyó de nuevo el tamaño familiar. La causa
fue la reducción del valor económico de los hijos al consolidarse
un modo de vida urbano e industrial, con graves problemas de
vivienda, y extenderse los seguros laborales y de vejez.
b.- La mortalidad general
descendió de forma acusada durante la transición demográfica,
excepto en dos momentos de mortalidad catastrófica: la gripe de 1918
y la Guerra Civil. Las causas fueron el incremento del nivel de vida
y los avances médicos y sanitarios, que redujeron los anteriores
riesgos de muerte.
El incremento del nivel de vida
se manifestó en la mejora de la dieta, que durante la década de
1960 superó la malnutrición y la escasez de la posguerra; y el
crecimiento del nivel educativo y cultural, que permitió
intensificar la prevención y abandonar costumbres tradicionales
nocivas para la salud.
Los avances médicos más
destacados fueron las vacunas (triple antivírica) y la
comercialización de los antibióticos, que eliminaron la
mortalidad catastrófica por epidemias a partir de la gripe de 1918 y
redujeron la incidencia de las enfermedades infecciosas.
También tuvieron efectos positivos la generalización de los
nacimientos en clínicas, que disminuyó la mortalidad materna; y la
extensión de la sanidad pública (seguridad social). Los avances
sanitarios consistieron en la mejora de la higiene privada y
pública: servicios urbanos de agua potable, alcantarillado y
recogida de basura.
La mortalidad infantil también
decreció, sobre todo la posneonatal causada por infecciones y
desnutricción, gracias a las mejoras de la pediatría, la
alimentación infantil y el cuidado materno.
La esperanza de vida se
elevó, primero por la reducción de la mortalidad infantil y
materna; y luego por el descenso de la mortalidad en la edad adulta.
c.- Como consecuencia, el
crecimiento natural de la transición fue alto, especialmente
entre 1920 – 1965, cuando la mortalidad descendió fuertemente,
mientras la natalidad pasaba por dos máximos separados por la Guerra
Civil. Desde 1965, el crecimiento se recortó, al estabilizarse la
mortalidad en cifras bajas y restablecerse el descenso de la
natalidad.
3.3.- El régimen demográfico
actual: a partir de 1975.
El régimen demográfico actual
se extiende desde 1975 hasta nuestros días. Se caracteriza por bajas
tasas de natalidad y de mortalidad y por un escaso crecimiento
natural.
a.- La natalidad
descendió a partir de 1975 hasta situarse en cifras bajas. En esta
situación se distinguen dos momentos:
a.1.- Entre 1975 y 1998
tuvo lugar un descenso brusco de los nacimientos. Así, en 1981, el
índice de fecundidad alcanzó la cifra de 2,1 hijos por
mujer, el límite que permite reemplazar la población, y
continuó decreciendo hasta alcanzar su valor mínimo en 1998 (1,15
hijos por mujer). Las causas fueron los cambios económicos y
socioculturales sucedidos en esos años.
La situación económica retrasó
la edad del matrimonio, con el consiguiente acortamiento del periodo
fértil de la mujer. Primero, como resultado de la crisis de 1975; y
desde 1980 por la precariedad laboral y el alto precio de compra y
alquiler de vivienda, que dificultaba la emancipación de los
jóvenes, y prolongaba su formación y permanencia con los padres.
La sociedad española ha
experimentado cambios de mentalidad y de valores desde la transición
a la democracia (1975) que han colaborado en el descenso de
natalidad. Han terminado adoptándose los planteamientos malthusianos
que preconizaban la reducción de la natalidad como remedio para el
progreso económico de las sociedades.
Ha disminuido la influencia
religiosa; se han despenalizado y difundido los anticonceptivos; y se
han legalizado el divorcio y el aborto en ciertos supuestos.
Las mujeres se han
incorporado de forma creciente al trabajo fuera del hogar y
retrasan la maternidad hasta consolidar su situación laboral.
Además, muchas tienen dificultades para conciliar la vida familiar y
laboral, dada la escasez de guarderías a precios asequibles y el
mantenimiento de comportamientos sexistas en el reparto de tareas
domésticas y en el cuidado de los hijos.
Los hijos ya no se consideran un
seguro de los padres en la vejez, ante el progreso de la protección
social, sino que se aprecia su formación y bienestar, por lo que se
prefiere tener menos y atenderlos mejor. Además, los gastos y la
dedicación que requieren, compiten con el deseo de los padres de
disponer de más ingresos para el consumo y de más tiempo libre para
el ocio.
Por otra parte, han ganado
importancia las relaciones de pareja sobre las reproductoras y de
cuidado de los hijos; y aparecen formas familiares distintas del
matrimonio y menos prolíficas (cohabitación, hogares monoparentales
de divorciados, maternidad en solitario).
a.2.- Desde 1998, la
maternidad muestra ligeras oscilaciones ligadas a la coyuntura
económica y a la inmigración.
Entre 1998 y 2008, la
natalidad experimentó una ligera recuperación motivada por la
favorable coyuntura económica; los nacimientos retrasados de la
generación del “baby boom”; y la inmigración extranjera. Esta
última contribuye al aumento de la natalidad sobre todo por el
incremento de mujeres en edad fértil, que inicicialmente
tenían también una fecundidad más alta que las mujeres españolas
(2,3 hijos por mujer las extranjeras, frente a 1,3 las españolas).
Desde 2008, comenzó un
nuevo descenso de la tasa de natalidad. La crisis iniciada ese año
ha repercutido sobre las familias provocando un enorme incremento del
paro, flexibilización laboral, reducción salarial y dificultades
para acceder al crédito. Además han disminuido la inmigración y la
fecundidad de las mujeres extranjeras (1,6 hijos por mujer en 2014)
por su progresiva adaptación al modelo español y por el incremento
de las mujeres procedentes de Europa centro oriental (rumanas), con
tasas de natalidad muy bajas. En 2015 la tasa de natalidad en España
era de un 9%o.
b.- La mortalidad general
se mantiene en cifras bajas (8,5%o) . No obstante, la tasa
asciende levemente desde 1982 por el envejecimiento de la
población ocasionado por el aumento de la esperanza de vida, que
incrementa el número de ancianos. Esta tasa experimenta ligeras
oscilaciones, pues el aumento de la esperanza de vida en ciertos
momentos “pospone” los fallecimientos (la tasa desciende
entonces), pero los acumula unos años después (la tasa asciende).
Las causas de la mortalidad
general han cambiado. Disminuye la importancia de las enfermedades
infecciosas y predominan las llamadas tres “C”:
enfermedades cardiovasculares, cáncer y accidentes de
carretera. Además, están aumentando las enfermedades ligadas al
envejecimiento, como el Alzheimer o demencia senil.
La mortalidad infantil es hoy
muy baja (3 %o) y principalmente neonatal por complicaciones en el
parto o malformaciones congénitas. Todavía tiene margen para
reducirse gracias a los avances médicos.
La esperanza de vida ha
aumentado debido a los progresos médicos. No obstante, presenta
diferencias entre los sexos, los grupos de edad y el estatus social.
(86 años mujeres y 8o a. hombres)
Por sexos, la esperanza
de vida femenina es más alta. Las mujeres tienen mayor fortaleza
biológica por motivos hormonales e inmunológicos. Sufren menos
enfermedades cardiovasculares, principal motivo de enfermedad entre
los varones. Además, los hombres han tenido un estilo de vida, en
donde han poseido trabajos de mayor dureza física, hábitos de vida
menos saludables (alcohol y tabaco); menor cuidado por su salud, más
accidentes de carretera. En los últimos años, la aproximación del
estilo de vida entre los dos sexos reduce la diferencia de esperanza
de vida entre ambos.
Por grupos de edad, las
mayores ganancias en esperanza de vida desde 1975 se registran entre
los más ancianos (70 y 80 años) gracias a los avances médicos.
Por estatus social, la
esperanza de vida es mas alta para las profesiones más cualificadas,
que tienen menor mortalidad laboral; y para las clases sociales más
adineradas, que pueden acceder a más servicios sanitarios y de mayor
calidad.
c.- El crecimiento natural
en el régimen demográfico actual es reducido dadas las bjas tasas
de natalidad y de mortalidad, aunque con ciertas oscilaciones debidas
a las variaciones que experimentan ambas tasas.
3.4.- El futuro del
movimiento natural de la población española.
España ha experimentado
profundas transformaciones demográficas desde 1975. Ha dejado de ser
un país natalista, joven y emigratorio, para convertirse en un país
con una de las tasas de natalidad más bajas del mundo, envejecido e
inmigratorio.
Estos cambios conllevan otros de
orden económico, social y cultural. Por eso los expertos realizan
proyecciones demográficas de futuro, para planificar asuntos como la
necesidad de plazas escolares o de residencias para la tercera edad;
el gasto sanitario o en pensiones; las ayudas sociales, etc. Veamos
por tanto, lo que según el INE (Instituto Nacional de Estadística)
nos augura la tasa de natalidad, fecundidad y mortalidad:
La tasa de natalidad, que
comenzó a decrecer, recientemente, desde 2009, a causa de la crisis
económica, seguirá descendiendo al menos hasta 2030. Incluso en el
caso de que el número de hijos por mujer recuperase el ligero
incremento interrumpido por la crisis. El motivo es la llegada a la
edad fértil de la generación de mujeres nacidas en la época de
mayor descenso de la natalidad (1985 – 1995) y el incremento de la
edad media de la maternidad.
La fecundidad, o media de
hijos por mujer, dependerá de la adopción por las mujeres
extranjeras de las pautas de feundidad nacionales y de la evolución
de la fecundidad de las mujeres españolas. Esta se verá
condicionada por las posibilidades de acceso al mercado laboral; por
la existencia de políticas efectivas de conciliación de la vida
laboral y familiar y del apoyo a las familias (facilidades para
acceder a la vivienda, empleo juvenil estable, guarderías a precios
asequibles); y por la existencia de una verdadera igualdad en el
reparto de las tareas domésticas y familiares. Sobre estas bases, el
INE prevé un descenso de la media de hijos a lo largo del periodo.
La tasa de mortalidad, en
la actualidad, relativamente baja (8,5%o), crecerá debido al
constante envejecimiento de la población. Por su parte, la esperanza
de vida continuará aumentando. Actualmente es 8o años para los
hombre y 86 años para las mujeres. El crecimiento natural se prevé
que se mantenga negativo. El remedio para ese envejecimiento de la
población, que en España es actualmente del 17% (el 17% de la
población tiene más de 65 años), y para el resto de los países de
la UE, es la inmigración.
4.- Los
desequilibrios territoriales en el movimiento natural de la
población.
En la actualidad, todas las
comunidades autónomas cuentan con bajas tasas de natalidad y de
mortalidad y un crecimiento natural reducido o negativo. No obstante,
existen ciertos contrastes debidos a la diferente
estructura por edades (porcentaje de jóvenes y ancianos),
resultante de causas heredadas, tradición natalista y migratoria, y
de causas actuales, dinamismo económico e inmigración extranjera.
a.- Las
comunidades autónomas con mayor dinamismo demográfico
cuentan con un crecimiento natural superior a la media
por tener tasas de natalidad algo mayores y tasas de mortalidad algo
menores. Así, su estructura demográfica está relativamente menos
envejecida. Las causas son:
Una tradición más natalista
(Murcia, Andalucía, Ceuta y Melilla).
La recepción de inmigrantes
jóvenes que colaboran a aumentar ligeramente la natalidad y a
reducir la mortalidad, debido a su mayor dinamismo económico en el
pasado (industria) y/o en la actualidad (servicios o agricultura
avanzados, turismo, tecnología). Es el caso de Madrid, Cataluña,
Murcia, Baleares, Andalucía, Navarra, Canarias.
b.- Las comunidades
autónomas con menor dinamismo demográfico tienen un
crecimiento natural inferior a la media española o negativo por
contar con tasas de de natalidad más bajas y tasas de mortalidad más
elevadas. Así su estructura demográfica está muy envejecida. Las
causas son:
Una larga tradición
emigratoria, que las dejó desnatalizadas y envejecidas (Galicia
y comunidades del interior peninsular, excepto Madrid).
El estancamiento económico
por la prolongada incidencia de la crisis de 1975 sobre su industria
y las dificultades para desarrollar nuevas actividades (comunidades
de la cornisa cantábrica como Asturias y Cantabria).
Una menor incidencia de la
inmigración extranjera durante el periodo de expansión económica
1995 – 2008, agravada por el descenso de ls entradas de inmigrantes
a partir de la crisis de 2008 (todas ellas).
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