martes, 13 de diciembre de 2016

Evolución y distribución de la población española.Ud 5

Ud 5.- Evolución y distribución de la población española.

  • Los efectivos demográficos y su evolución.
  • Características y factores de la densidad y la distribución espacial.
  • La dinámica natural.

Guión.

1.- La distribución de la población.

1.1.- Las características de la distribución.

2.- Evolución y factores explicativos.

3.- La evolución de la población española a través de los regímenes demográficos.

3.1.- El régimen demográfico antiguo hasta principios del siglo XX.

3.2.- La transición demográfica: 1900 – 1975.

3.3.- El régimen demográfico actual: a partir de 1975.

3.4.- El futuro del movimiento natural de la población española.

4.- Los desequilibrio territoriales en el movimiento natural de la población.



Introducción.

La población española actual presenta un resparto desigual en el espacio; un bajo crecimiento natural, acentuado durante la crisis económica de 2008, llegando incluso a ser negativo durante 2015. Esta llegada a la fase de “involución demográfica” es el resultado de un largo proceso (transición demográfica) que describiremos pormenorizadamente a continuación. También explicaremos como se distribuye la población actualmente: cuales son sus áreas más y menos densas, y sus factores explicativos.

1.- La distribución de la población.

1.1.- Las características de la distribución.

El volumen de la población española ascendía en 2015 a 46,6 millones de personas. Su distribución espacial se analiza mediante la densidad de población, que relaciona la población de una zona con su superficie en km2. Su fórmula es Densidad = Población / superifice en km2.

La densidad de población española ha aumentado con el tiempo hasta alcanzar los 92 habitantes/km2 en 2015, un valor moderado e inferior a la media de la Unión Europea (111 habitantes/km2) en 2015. Sin embargo, esta cifra media esconde fuertes contrastes espaciales entre áreas de concentración, que superan claramente el promedio nacional, y áreas de despoblamiento, donde no se alcanzan los 25 hbs/km2.

Las áreas de alta densidad se sitúan en Madrid, la periferia peninsular, Baleares, Canarias, Ceuta y Melilla.
Las áreas de baja densidad se localizan en el interior peninsular.

Además, en todas las áreas son mayores las densidades urbanas, que las rurales; y las de la franja costera que las del interior; correspondiendo los valores más bajos a los territorios de montaña (menos de 10 hb/km2).


2.- Evolución y factores explicativos.

La distribución actual de la población es el resultado de una evolución en la que han intervenido diversos factores.

a.- En la época preindustrial, hasta mediados del siglo XIX, la economía era básicamente agraria, por lo que los factores naturales tuvieron mayor peso en la distribución de la población. Así, las mayores densidades se hallaban en las zonas con relieve llano y de baja o moderada altitud; proximidad al mar o a los ríos. Estas zonas eran la costa levantina, los valles atlánticos y los valles fluviales del interior peninsular.

No obstante, también influían factores humanos, sobre todo la coyuntura económica, que atraía población hacia las zonas más dinámicas. Así, en el siglo XVI, el descubrimiento de América dio a Castilla gran prosperidad económica, convirtiéndola en la zona más densamente poblada de la Península. En el siglo XVIII, la crisis económica y demográfica, más prolongada en tierras castellanas, originó migraciones hacia la periferia, donde se desarrollaba un floreciente comercio marítimo. Como consecuencia, en el siglo XVIII la distribución se había invertido: las densidades más altas estaban en la periferia (regiones costeras e insulares) y las más bajas, en el interior peninsular.

b.- En la época industrial, entre mediados del siglo XIX y la crisis de 1975, se consolidó una economía industrial y urbana, por lo que los factores naturales perdieron peso. En esta época se agudizaron los contrastes en la distribución de la población.

Aumentaron su peso Madrid (capital administrativa, política y financiera de España) y las regiones periféricas, en unos casos por su alto crecimiento natural (Galicia, Andalucía y Murcia) y en otros casos por la instalación de actividades económicas que atrajeron población. Primero, la industria en Asturias, Cataluña y País Vasco, a las que se sumaron más tarde los ejes del Ebro y del Mediterráneo y algunos focos aislados. Y con posterioridad, el turismo en el litoral mediterráneo e insular.

Mientras, las regiones del interior, con mayor peso en las actividades agrarias e industriales tradicionales y de los servicios de baja cualificación, mantuvieron sus bajas densidades a causa de la emigración hacia las áreas más dinámicas nacionales y extranjeras.

c.- En la época posindustrial, desde la crisis de 1975, influyen nuevos factores que mitigan y refuerzan los contrastes en la distribución de la población. Mitigan los contrastes la crisis industrial de 1975, que frenó las migraciones interiores a las áreas industriales e incluso provovó retornos; y en la actualidad, la tendencia a la difusión espacial de población y algunas actividades económicas, y las políticas de desarrollo endógeno de las comunidades autónomas. Y refuerzan los contrastes la mayor concentración en Madrid y en los ejes Mediterráneo y del Ebro de los nuevos factores de desarrollo, servicios avanzados y tecnología, y de la inmigración extranjera.


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3.- La evolución de la población española a través de los regímenes demográficos.


La evolución del movimiento natural de la población (natalidad, mortalidad, crecimiento natural) de la población española ha pasado por tres etapas o regímenes demográficos durante los cuales la natalidad, mortalidad y el crecimiento natural presentan rasgos homogéneos. Estas etapas son el régimen demográfico antiguo, la transición demográfica y el régimen demográfico moderno. El paso de unas etapas a otras ha sido más tardío que en otros países europeos.


3.1.- El régimen demográfico antiguo: hasta principios del siglo XX.

El régimen demográfico antiguo se mantuvo en España hasta principios del siglo XX. Se caracterizó por altas tasas de natalidad y de mortalidad y por un crecimiento natural bajo.

a.- La natalidad presentaba valores elevados debido a dos causas principales:

El predominio de una sociedad y una economía agrarias, en las que los hijos ayudaban desde muy pronto en las labores del campo; eran muy baratos de mantener; y aseguraban el porvenir de los padres y las madres, dado que no había seguros de accidentes, enfermedad o jubilación.

La inexistencia de sistemas eficaces para controlar los nacimientos. La única posibilidad era retrasar el matrimonio en las coyunturas económicas de crisis, con el consiguiente acortamiento de periodo fértil de la mujer y el descenso del número de hijos.

b.- La mortalidad general era alta y oscilante. Sus causas eran el bajo nivel de vida y las precarias condiciones médicas y sanitarias.

La dieta alimenticia era escasa, por la baja productividad agraria; y desequilibrada por falta de proteínas: el pan era alimento básico y escaseaban la carne, la leche y los huevos. Como consecuencia, la mayoría de la población estaba mal nutrida y debilitada.

Las enfermedades infecciosas transmitidas a través del aire (tuberculosis, bronquitis, pulmonía, gripe) o del agua y los alimentos (diarreas) tenían alta incidencia. A ello colaboraban el atraso de la medicina, el desconocimiento de las vías de transmisión de las enfermedades, y la falta de higiene privada y pública (tardío establecimiento de servicios de agua potable, alcantarillado y recogida de basuras).

A la elevada mortalidad general se sumaban momentos de mortalidad catastrófica causada por epidemias, guerras y malas cosechas de cereales, que provocaba la subida del precio del grano y el hambre y la muerte de quienes no podían pagarlo.

La mortalidad infantil era también alta, tanto la neonatal (las cuatro primeras semanas) como la posneonatal (entre las cuatro semanas y el año) por desnutricción e infecciones.

La esperanza de vida era baja, debido sobre todo a la elevada mortalidad infantil y materna.

c.- Como consecuencia de las altas tasas de natalidad y de mortalidad el crecimiento natural era bajo y presentaba oscilaciones debidas a las crisis de sobremortalidad.


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3.2.- La transición demográfica: 1900 – 1975.

La transición entre el régimen demográfico antiguo y el actual tuvo lugar entre 1900 y 1975. En comparación con otros países de Europa Occidental, se inició más tarde, pero duró menos y por tanto, fue más intensa. Se caracterizó por una disminución suave de la natalidad, un brusco descenso de la mortalidad y, en consecuencia, un elevado crecimiento natural.

a.- La natalidad descendió de forma suave y discontinua, alternando periodos de mayor decrecimiento con otros de recuperación, en relación con aconte
cimientos históricos.

Entre 1900 y 1920, la natalidad descendió al inciciarse el control voluntario de los nacimientos mediante sistemas tradicionales. En ello influyeron una mayor supervivencia de los hijos al reducirse la mortalidad infantil; y las desfavorables repercusiones de la I Guerra Mundial, durante la cual la exportación de productos a los países beligerantes motivó una fuerte subida de los precios para la mayoría de la población.

En la década de 1920, la natalidad se recuperó gracias a la prosperidad económica.

Entre 1930 y 1956 se reanudó el descenso. Las causas fueron la crisis económica de 1929 y la inestabilidad política de la Segunda República (1931 – 1936); la Guerra Civil (1936 – 1939), que ocasionó subnatalidad; y la situación de posguerra (1940 – 1955), marcada por el exilio de miles de personas y por graves dificultades económicas derivadas de la política autárquica y del bloque internacional. Todo ello impidió la recuperación de los nacimientos que suele seguir a las guerras. La política pronatalista de Franco, que prohibió los anticonceptivos, no compensó esta tendencia.

Entre 1956 y 1975 tuvo lugar una recuperación de la natalidad que algunos demógrafos interpretan como el “baby boom” posbélico retrasado. Se debió al desarrollo económico que siguió al final del bloqueo internacional y de la autarquía.

Entre 1965 y 1975 (últimos años del desarrollismo) disminuyó de nuevo el tamaño familiar. La causa fue la reducción del valor económico de los hijos al consolidarse un modo de vida urbano e industrial, con graves problemas de vivienda, y extenderse los seguros laborales y de vejez.

b.- La mortalidad general descendió de forma acusada durante la transición demográfica, excepto en dos momentos de mortalidad catastrófica: la gripe de 1918 y la Guerra Civil. Las causas fueron el incremento del nivel de vida y los avances médicos y sanitarios, que redujeron los anteriores riesgos de muerte.

El incremento del nivel de vida se manifestó en la mejora de la dieta, que durante la década de 1960 superó la malnutrición y la escasez de la posguerra; y el crecimiento del nivel educativo y cultural, que permitió intensificar la prevención y abandonar costumbres tradicionales nocivas para la salud.

Los avances médicos más destacados fueron las vacunas (triple antivírica) y la comercialización de los antibióticos, que eliminaron la mortalidad catastrófica por epidemias a partir de la gripe de 1918 y redujeron la incidencia de las enfermedades infecciosas. También tuvieron efectos positivos la generalización de los nacimientos en clínicas, que disminuyó la mortalidad materna; y la extensión de la sanidad pública (seguridad social). Los avances sanitarios consistieron en la mejora de la higiene privada y pública: servicios urbanos de agua potable, alcantarillado y recogida de basura.

La mortalidad infantil también decreció, sobre todo la posneonatal causada por infecciones y desnutricción, gracias a las mejoras de la pediatría, la alimentación infantil y el cuidado materno.
La esperanza de vida se elevó, primero por la reducción de la mortalidad infantil y materna; y luego por el descenso de la mortalidad en la edad adulta.

c.- Como consecuencia, el crecimiento natural de la transición fue alto, especialmente entre 1920 – 1965, cuando la mortalidad descendió fuertemente, mientras la natalidad pasaba por dos máximos separados por la Guerra Civil. Desde 1965, el crecimiento se recortó, al estabilizarse la mortalidad en cifras bajas y restablecerse el descenso de la natalidad.


3.3.- El régimen demográfico actual: a partir de 1975.

El régimen demográfico actual se extiende desde 1975 hasta nuestros días. Se caracteriza por bajas tasas de natalidad y de mortalidad y por un escaso crecimiento natural.

a.- La natalidad descendió a partir de 1975 hasta situarse en cifras bajas. En esta situación se distinguen dos momentos:

a.1.- Entre 1975 y 1998 tuvo lugar un descenso brusco de los nacimientos. Así, en 1981, el índice de fecundidad alcanzó la cifra de 2,1 hijos por mujer, el límite que permite reemplazar la población, y continuó decreciendo hasta alcanzar su valor mínimo en 1998 (1,15 hijos por mujer). Las causas fueron los cambios económicos y socioculturales sucedidos en esos años.

La situación económica retrasó la edad del matrimonio, con el consiguiente acortamiento del periodo fértil de la mujer. Primero, como resultado de la crisis de 1975; y desde 1980 por la precariedad laboral y el alto precio de compra y alquiler de vivienda, que dificultaba la emancipación de los jóvenes, y prolongaba su formación y permanencia con los padres.

La sociedad española ha experimentado cambios de mentalidad y de valores desde la transición a la democracia (1975) que han colaborado en el descenso de natalidad. Han terminado adoptándose los planteamientos malthusianos que preconizaban la reducción de la natalidad como remedio para el progreso económico de las sociedades.

Ha disminuido la influencia religiosa; se han despenalizado y difundido los anticonceptivos; y se han legalizado el divorcio y el aborto en ciertos supuestos.

Las mujeres se han incorporado de forma creciente al trabajo fuera del hogar y retrasan la maternidad hasta consolidar su situación laboral. Además, muchas tienen dificultades para conciliar la vida familiar y laboral, dada la escasez de guarderías a precios asequibles y el mantenimiento de comportamientos sexistas en el reparto de tareas domésticas y en el cuidado de los hijos.

Los hijos ya no se consideran un seguro de los padres en la vejez, ante el progreso de la protección social, sino que se aprecia su formación y bienestar, por lo que se prefiere tener menos y atenderlos mejor. Además, los gastos y la dedicación que requieren, compiten con el deseo de los padres de disponer de más ingresos para el consumo y de más tiempo libre para el ocio.

Por otra parte, han ganado importancia las relaciones de pareja sobre las reproductoras y de cuidado de los hijos; y aparecen formas familiares distintas del matrimonio y menos prolíficas (cohabitación, hogares monoparentales de divorciados, maternidad en solitario).



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a.2.- Desde 1998, la maternidad muestra ligeras oscilaciones ligadas a la coyuntura económica y a la inmigración.

Entre 1998 y 2008, la natalidad experimentó una ligera recuperación motivada por la favorable coyuntura económica; los nacimientos retrasados de la generación del “baby boom”; y la inmigración extranjera. Esta última contribuye al aumento de la natalidad sobre todo por el incremento de mujeres en edad fértil, que inicicialmente tenían también una fecundidad más alta que las mujeres españolas (2,3 hijos por mujer las extranjeras, frente a 1,3 las españolas).

Desde 2008, comenzó un nuevo descenso de la tasa de natalidad. La crisis iniciada ese año ha repercutido sobre las familias provocando un enorme incremento del paro, flexibilización laboral, reducción salarial y dificultades para acceder al crédito. Además han disminuido la inmigración y la fecundidad de las mujeres extranjeras (1,6 hijos por mujer en 2014) por su progresiva adaptación al modelo español y por el incremento de las mujeres procedentes de Europa centro oriental (rumanas), con tasas de natalidad muy bajas. En 2015 la tasa de natalidad en España era de un 9%o.

b.- La mortalidad general se mantiene en cifras bajas (8,5%o) . No obstante, la tasa asciende levemente desde 1982 por el envejecimiento de la población ocasionado por el aumento de la esperanza de vida, que incrementa el número de ancianos. Esta tasa experimenta ligeras oscilaciones, pues el aumento de la esperanza de vida en ciertos momentos “pospone” los fallecimientos (la tasa desciende entonces), pero los acumula unos años después (la tasa asciende).

Las causas de la mortalidad general han cambiado. Disminuye la importancia de las enfermedades infecciosas y predominan las llamadas tres “C”: enfermedades cardiovasculares, cáncer y accidentes de carretera. Además, están aumentando las enfermedades ligadas al envejecimiento, como el Alzheimer o demencia senil.

La mortalidad infantil es hoy muy baja (3 %o) y principalmente neonatal por complicaciones en el parto o malformaciones congénitas. Todavía tiene margen para reducirse gracias a los avances médicos.

La esperanza de vida ha aumentado debido a los progresos médicos. No obstante, presenta diferencias entre los sexos, los grupos de edad y el estatus social. (86 años mujeres y 8o a. hombres)

Por sexos, la esperanza de vida femenina es más alta. Las mujeres tienen mayor fortaleza biológica por motivos hormonales e inmunológicos. Sufren menos enfermedades cardiovasculares, principal motivo de enfermedad entre los varones. Además, los hombres han tenido un estilo de vida, en donde han poseido trabajos de mayor dureza física, hábitos de vida menos saludables (alcohol y tabaco); menor cuidado por su salud, más accidentes de carretera. En los últimos años, la aproximación del estilo de vida entre los dos sexos reduce la diferencia de esperanza de vida entre ambos.

Por grupos de edad, las mayores ganancias en esperanza de vida desde 1975 se registran entre los más ancianos (70 y 80 años) gracias a los avances médicos.

Por estatus social, la esperanza de vida es mas alta para las profesiones más cualificadas, que tienen menor mortalidad laboral; y para las clases sociales más adineradas, que pueden acceder a más servicios sanitarios y de mayor calidad.

c.- El crecimiento natural en el régimen demográfico actual es reducido dadas las bjas tasas de natalidad y de mortalidad, aunque con ciertas oscilaciones debidas a las variaciones que experimentan ambas tasas.
3.4.- El futuro del movimiento natural de la población española.

España ha experimentado profundas transformaciones demográficas desde 1975. Ha dejado de ser un país natalista, joven y emigratorio, para convertirse en un país con una de las tasas de natalidad más bajas del mundo, envejecido e inmigratorio.

Estos cambios conllevan otros de orden económico, social y cultural. Por eso los expertos realizan proyecciones demográficas de futuro, para planificar asuntos como la necesidad de plazas escolares o de residencias para la tercera edad; el gasto sanitario o en pensiones; las ayudas sociales, etc. Veamos por tanto, lo que según el INE (Instituto Nacional de Estadística) nos augura la tasa de natalidad, fecundidad y mortalidad:

La tasa de natalidad, que comenzó a decrecer, recientemente, desde 2009, a causa de la crisis económica, seguirá descendiendo al menos hasta 2030. Incluso en el caso de que el número de hijos por mujer recuperase el ligero incremento interrumpido por la crisis. El motivo es la llegada a la edad fértil de la generación de mujeres nacidas en la época de mayor descenso de la natalidad (1985 – 1995) y el incremento de la edad media de la maternidad.

La fecundidad, o media de hijos por mujer, dependerá de la adopción por las mujeres extranjeras de las pautas de feundidad nacionales y de la evolución de la fecundidad de las mujeres españolas. Esta se verá condicionada por las posibilidades de acceso al mercado laboral; por la existencia de políticas efectivas de conciliación de la vida laboral y familiar y del apoyo a las familias (facilidades para acceder a la vivienda, empleo juvenil estable, guarderías a precios asequibles); y por la existencia de una verdadera igualdad en el reparto de las tareas domésticas y familiares. Sobre estas bases, el INE prevé un descenso de la media de hijos a lo largo del periodo.

La tasa de mortalidad, en la actualidad, relativamente baja (8,5%o), crecerá debido al constante envejecimiento de la población. Por su parte, la esperanza de vida continuará aumentando. Actualmente es 8o años para los hombre y 86 años para las mujeres. El crecimiento natural se prevé que se mantenga negativo. El remedio para ese envejecimiento de la población, que en España es actualmente del 17% (el 17% de la población tiene más de 65 años), y para el resto de los países de la UE, es la inmigración.


4.- Los desequilibrios territoriales en el movimiento natural de la población.

En la actualidad, todas las comunidades autónomas cuentan con bajas tasas de natalidad y de mortalidad y un crecimiento natural reducido o negativo. No obstante, existen ciertos contrastes debidos a la diferente estructura por edades (porcentaje de jóvenes y ancianos), resultante de causas heredadas, tradición natalista y migratoria, y de causas actuales, dinamismo económico e inmigración extranjera.

a.- Las comunidades autónomas con mayor dinamismo demográfico cuentan con un crecimiento natural superior a la media por tener tasas de natalidad algo mayores y tasas de mortalidad algo menores. Así, su estructura demográfica está relativamente menos envejecida. Las causas son:

Una tradición más natalista (Murcia, Andalucía, Ceuta y Melilla).

La recepción de inmigrantes jóvenes que colaboran a aumentar ligeramente la natalidad y a reducir la mortalidad, debido a su mayor dinamismo económico en el pasado (industria) y/o en la actualidad (servicios o agricultura avanzados, turismo, tecnología). Es el caso de Madrid, Cataluña, Murcia, Baleares, Andalucía, Navarra, Canarias.

b.- Las comunidades autónomas con menor dinamismo demográfico tienen un crecimiento natural inferior a la media española o negativo por contar con tasas de de natalidad más bajas y tasas de mortalidad más elevadas. Así su estructura demográfica está muy envejecida. Las causas son:

Una larga tradición emigratoria, que las dejó desnatalizadas y envejecidas (Galicia y comunidades del interior peninsular, excepto Madrid).

El estancamiento económico por la prolongada incidencia de la crisis de 1975 sobre su industria y las dificultades para desarrollar nuevas actividades (comunidades de la cornisa cantábrica como Asturias y Cantabria).

Una menor incidencia de la inmigración extranjera durante el periodo de expansión económica 1995 – 2008, agravada por el descenso de ls entradas de inmigrantes a partir de la crisis de 2008 (todas ellas).








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11/12/16

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